EUGENIO GIRÁLDEZ
10/09/2017 05:00 H
Parece que Galicia y en particular las Rías Baixas, precisan una redefinición del modelo de negocio turístico, pues la tendencia por la que transitamos tras el llenazo de este verano, conduce a terrenos inquietantes. Imitar modelos ya agotados en otras regiones del Estado basados solo en sol, playa y alcohol a reventar, resultaría desalentador. Nunca fuimos ese target. Es obvio que aún estamos lejos de disparates como los que ocurren con ciertos destinos mediterráneos. Ni somos Magaluf ni la Barceloneta pero tampoco deberíamos desentendernos y permitir que los próximos años la tendencia cabalgase desbocada hasta llegar a semejantes techos.
Lo inteligente será aprender de los errores de otros para prevenir. Llegará un punto en que no importe tanto la cantidad como la calidad del turismo que recibamos y deseemos.
La presión de miles de turistas sobre las poblaciones, si superan un punto de equilibrio, resulta atosigante. Sanxenxo es el ejemplo más evidente. Cuando una villa de 12.000 habitantes se convierte en un enjambre de 120.000 personas entre julio y agosto, resulta difícil que no terminen saltando las costuras.
Las cifras de ocupación de este año están resultando espectaculares e históricas; generan un rendimiento económico magnífico y socialmente transversal por la procedencia de los miles de trabajadores que se ocupan en este sector. Julio y agosto han resultado imponentes. Y la tendencia para septiembre, tanto por las previsiones de ocupación (superiores al 80 %) como por la complicidad de la meteorología, estimulan el repunte de las contrataciones laborales que incluso se prolongan hasta octubre en destinos como Sanxenxo como les hemos contado desde este periódico.
Primeros indicios
En la última semana, solo unas horas después de conocer que Rías Baixas ha sido top 4 entre los destinos turísticos del Estado y que hemos tenido una ocupación media por encima del 90 % (récord histórico) en agosto, han comenzado a aparecer noticias que proceden de la propia Administración autonómica y persiguen inspirar la necesidad de revisar modelos.
No parece gratuito ni casual que el vicepresidente de la Xunta y la conselleira de Mar compareciesen en Pontevedra para anunciar que nuestra comunidad participa de un proyecto a desarrollar en la Eurorregión Galicia-Norte de Portugal para la captación de turismo náutico que fondee en nuestros puertos como un destino singular. El proyecto se denomina «Ecodestin 3IN» y persigue ser «la palanca para aperturar nuevos mercados atrayendo a un turismo de un nivel adquisitivo muy potente». Por eso la campaña promocional que se desarrollará tendrá como objetivo los mercados alemán, escandinavo, británico, francés y norteamericano. Los estudios realizados por instituciones como Portos de Galicia retratan que cada tripulante de un yate que atraca en alguno de nuestros puertos deportivos gasta una media de 50 euros por cada día que permanece en ese destino. En julio, solo en puertos deportivos de la provincia de Pontevedra, atracaron un millar de barcos. Y los datos de agosto -aún provisionales- serán superiores.
Del mismo modo ocurre con los peregrinos a Santiago. El bum de caminantes procedentes de todos los rincones del mundo ha espoleado que la iniciativa privada arriesgue en inversiones que disponen solo de un cierto amparo institucional. Es el caso de los dos establecimientos hoteleros que se acometerán en Caldas de Reis para dar cobertura a la demanda creciente de plazas de alojamiento entre quienes eligen peregrinar a Santiago a través del Camino Portugués, según lo que esta misma semana nos contó Marcos Gago en La Voz de Galicia.
Precisamente una de las claves para consolidar que Rías Baixas y Galicia en general se conviertan en un destino preferente de calidad, radica en la capacidad de atraer al visitante de mayor capacidad de consumo. Un estudio de una consultora denominada Global Blue, que se difundió esta semana, señala que la perita en dulce de los turistas que ambicionamos en España son los extracomunitarios que son capaces de gastarse 500 euros en un par de compras en un solo día mientras que el turista de la UE dispone de 1.000 euros para consumir durante toda su estancia. Estadounidenses, mexicanos, turistas de diversas procedencias de Asia y Oriente Medio, suponen ese nicho de mercado tan ambicionable.